Me tocaba escribir un post esta semana. Somos tres en la empresa y nos turnamos para volcar contenido al blog: una odisea que compartimos todos lo que nos dedicamos a esto de comunicar.
Hoy estaba en blanco y eso es algo que, confesad, nos pasa a todos los que tenemos que generar contenido de una manera u otra. Desespera. He preguntado a compañeras, amigos, profesionales: «No se, yo leo las tendencias, veo respuestas a otros posts para inspirarme» o «Yo saco una imagen chula o tiro de vídeo» . «Yo actualizo posts».
Hoy no estaba por la labor. No quería reflotar posts antiguos, ni quería crear (otro) copy, ni me apetecía buscar contenido ajeno en YouTube para comentar.
La cosa era acuciante. Menos de 24 horas para tener algo que publicar. He buscado a las musas por toda la oficina, y al final, como no estaba la jefa, he decidido que lo mismo, si recogía mi mesa, o las encontraba, o me inspiraba, o algo. Esto ha terminado en desastre. Tras poner en orden mi sitio, he seguido con el de mi compañera, con las estanterías, con la entrada, con la cocina, con los baños… Todo limpio, todo ordenado. Y nada. NADA.
Cuando estaba desesperada, y a punto de tirar la toalla, escoba en mano, mirando la pantalla del portátil, Word abierto, documento en blanco, cursor desafiante, me he dicho: «Esto tienes que contarlo».
Y en esas ando.